Alguna vez la relación entre Venezuela y los EE.UU. trajo beneficios mutuos. Pero ahora el gobierno del presidente estadounidense Donald Trump ha cambiado las reglas del juego y bajo el argumento de luchar “contra los carteles de la droga”, ha dejado en claro que ambiciona el petróleo venezolano e intentar quedarse con él. Lo dijo abiertamente hace poco, afirmando “que le fue robado a los EE.UU.” cuando ello no es cierto. Venga ya, aquí no se trata de defender al régimen criminal de Nicolás Maduro - que ha convertido a Venezuela en el más miserable de la región y una potencial amenaza para sus vecinos y por lo cual debe ser liquidado - pero esta situación no debe ser aprovechada por quienes pretenden hacerse del control de sus recursos, como el inquilino de la Casa Blanca repite sin cesar y se cree con derecho a ello. Mejor repasemos la historia y podremos descubrir que la relación entre ambos países era muy cercana y tenían objetivos comunes, a diferencia de ahora ¿Vale?: Era 1958 y el vicepresidente Richard Nixon temió por su vida. Una turba, indignada porque Estados Unidos había concedido asilo a un brutal dictador venezolano recién depuesto - Marcos Pérez Jiménez - había emboscado a su comitiva en la capital, Caracas, al grito de “¡Muerte a Nixon!”. La gente atacó los vehículos atrapados en el tráfico con puños, piedras, tuberías y tantos escupitajos que el conductor de Nixon encendió los limpiaparabrisas. “Por un instante, me di cuenta de que nos podían matar”, escribió Nixon más tarde. Tras varios minutos aterradores, los coches consiguieron alejarse a toda velocidad y el vicepresidente continuó con su visita. Pero en Washington, la Casa Blanca no corría riesgos: un portaaviones se dirigió a Venezuela en caso de que Nixon necesitara ser rescatado. Ello no fue necesario. Nixon abandonó Venezuela al día siguiente sin incidentes. (Horrorizados por la revuelta, los funcionarios venezolanos suplicaron a Nixon que no acortara su viaje y desplegaron soldados para asegurar su ruta de salida). Y aunque la crisis de mayo de 1958 en Caracas empañó la gira de buena voluntad de Nixon por Latinoamérica, tuvo un efecto extrañamente positivo en las relaciones de Estados Unidos con Venezuela. Venezuela iniciaba una transición hacia la democracia. Culpando de la emboscada a agitadores comunistas y a la debilidad del incipiente gobierno, Nixon calificó el episodio como “un tratamiento de choque muy necesario que nos sacudió de una peligrosa complacencia” y enfocó la atención de Washington en el país. Así comenzó una alianza entre Estados Unidos y Venezuela que duraría cuatro décadas, hasta que un dramático cambio político en Caracas la interrumpió hace unos 25 años. Ahora, con el presidente Trump concentrando fuerzas militares en la región y amenazando con atacar Venezuela si el sátrapa chavista no abandona el poder, los otrora amigos podrían estar al borde de una guerra total, lo que cerraría el círculo de su relación. “Hubo un tremendo alineamiento” entre Estados Unidos y Venezuela durante el siglo XX, dijo Brian Fonseca, profesor adjunto de la Universidad Internacional de Florida y experto en Venezuela. Esa relación, dijo Fonseca, tenía sus raíces en la competencia de Estados Unidos con Rusia durante la Guerra Fría y en las vastas reservas de petróleo de Venezuela. A medida que el nuevo gobierno de Venezuela se afianzaba, se convirtió rápidamente en el socio ideal de Estados Unidos: estable, democrático e inundado de petróleo. También era firmemente anticomunista, lo que resultó especialmente atractivo en los años posteriores al triunfo de la revolución de Fidel Castro en Cuba en 1959. En 1963, el presidente John F. Kennedy, recién salido del enfrentamiento con La Habana en la crisis de los misiles en Cuba, ofrecería una cena de Estado al presidente de Venezuela, Rómulo Betancourt, a quien calificó como “el mejor amigo de Estados Unidos” en Sudamérica. Washington no tardó en vender armas a Caracas mientras las empresas energéticas estadounidenses extraían petróleo venezolano. A veces, ambas cosas iban unidas: cuando el presidente Nixon consideró la venta de aviones F-4 Phantom II al país en 1971; un asesor de la Casa Blanca le advirtió que la decisión podría afectar la legislación en el Congreso de Venezuela, lo cual “podría afectar negativamente a los intereses petroleros de Estados Unidos”. Nixon acabó vendiendo a Venezuela un avión aún más avanzado, pero los intereses petroleros estadounidenses sufrieron a pesar de todo cuando Caracas nacionalizó su industria petrolera unos años más tarde. Sin embargo, la reacción estadounidense fue moderada. Venezuela fue uno de los muchos países en desarrollo que nacionalizaron sus recursos en aquella época, y Caracas pagó a las compañías petroleras estadounidenses más de mil millones de dólares en compensación (No los robo como lo ahora proclama Trump para justificar su inminente invasión y quedarse con el petróleo venezolano, como el mismo lo dijo abiertamente). Además, a Estados Unidos le interesaba mantener buenas relaciones con un miembro clave del cártel petrolero de la OPEP como Venezuela. Y todavía había que preocuparse por los rusos. El presidente Ronald Reagan elogió públicamente a Caracas como una “inspiración para el hemisferio” democrático en un momento en el que luchaba contra los movimientos comunistas de la región, una causa que el gobierno de Venezuela apoyaba, especialmente en El Salvador. Reagan recompensó el respaldo con la venta en 1981 de 24 aviones de combate F-16 a Venezuela, por el equivalente a unos 1750 millones de dólares del 2025. Fue la venta de armas estadounidense más importante a la región en más de una década. La retórica estadounidense sobre la democracia modelo de Venezuela a menudo pasaba por alto los numerosos defectos políticos y económicos del país, señaló Fonseca, en nombre de intereses estratégicos. “A los estadounidenses les preocupaban mucho menos cuestiones como la corrupción y los derechos humanos, y mucho más la afinidad política”. El interés de Estados Unidos se desvió de América Latina tras el derrocamiento de la dictadura comunista y el colapso de la Unión Soviética en 1991. Entretanto, Venezuela siguió siendo un proveedor crucial de petróleo, tras haber permitido discretamente que empresas privadas, incluidas grandes compañías estadounidenses, firmaran lucrativos acuerdos de explotación y reparto de beneficios. A finales de la década de 1990, Venezuela había superado a Arabia Saudita como principal proveedor de petróleo de Estados Unidos. Pero pocos en Washington siguieron de cerca el ascenso de un demagogo de izquierda llamado Hugo Chávez, quien ganó las elecciones presidenciales de Venezuela en diciembre de 1998. Chávez, un incendiario que emulaba a Castro, aprovechó la ira popular contra la corrupción y la pobreza rampantes, que persistían a pesar de los enormes recursos petrolíferos del país, y prometió importantes reformas constitucionales y económicas. Estados Unidos reaccionó con cautela al principio, y esperaba que Chávez se suavizara una vez en el poder. Incluso, Bill Clinton lo recibió en la Casa Blanca a principios de 1999, donde Chávez aseguró a los funcionarios “que quería mantener buenas relaciones y dio a entender que no tenía planes radicales” .... Todo era mentira. Pero un intento de derrocar al tirano en abril del 2002 lo cambió todo para siempre, ya que lo obligo a quitarse la careta y mostrarse como el monstruo que era. Mientras el déspota venezolano seguía adelante con su aberrante programa político de izquierda, una alianza de políticos, generales y empresarios lo detuvo en medio de protestas callejeras masivas contra su corrupto régimen. Recluido en un cuartel, se salvó de ser fusilado inmediatamente ante la negativa de los soldados que lo capturaron de ajusticiarlo. Entretanto, el golpe fracasó luego de que una multitud aún mayor se congregara para exigir el regreso de Chávez, y este fue restituido a los dos días. Volvió con saña y odio descontrolado, reprimiendo violentamente a sus rivales políticos y transformando su “democracia” en un Estado abiertamente autoritario. Además, Chávez dirigió su ira contra Estados Unidos, y acusó al gobierno de George W. Bush de intentar derrocarlo. Los funcionarios de la Casa Blanca negaron la acusación, pero los documentos desclasificados en el 2004 revelaron que los funcionarios estadounidenses estaban al tanto del complot con antelación. (Los documentos también mostraban que los estadounidenses advirtieron a los líderes de la oposición contra la destitución de Chávez por medios inconstitucionales). A partir de ese momento, Bush se convertiría en un rival muy útil para Chávez, sobre todo porque enfureció a gran parte del mundo con su invasión de Irak en el 2003 y su despiadada persecución de terroristas. Chávez atacó al presidente estadounidense con fruición, incluso durante su infame discurso del 2006 en la Asamblea General de las Naciones Unidas, pronunciado desde el mismo atril en el que Bush había hablado un día antes. “Ayer estuvo el diablo aquí. En este mismo lugar, huele a azufre todavía”, dijo Chávez a los delegados reunidos. Al año siguiente, el gobierno chavista reafirmó el control estatal sobre la industria petrolera de Venezuela al hacer retroceder los pasos previos del país hacia la privatización y obligar a las empresas extranjeras a aceptar participaciones minoritarias en nuevas empresas conjuntas dominadas por la petrolera estatal. Cuando los gigantes petroleros estadounidenses Exxon Mobil y ConocoPhillips se negaron, Chávez confiscó sus activos. Las medidas de Chávez fueron políticamente populares en su país y contribuyeron a afianzar su poder. Tras su muerte en marzo del 2013, su protegido, Maduro, continuó con sus políticas, preparando el terreno para años de creciente aislamiento y castigo por parte de Estados Unidos. En respuesta, Venezuela se ha vuelto cada vez más dependiente de algunos de los principales rivales de Estados Unidos, como Rusia y China, así como de Cuba. La tensión está llegando a un punto álgido bajo el mandato de Trump, quien afirma que el papel de Venezuela en la migración y el contrabando de drogas hacia Estados Unidos la ha convertido en una amenaza para la seguridad nacional que justifica el uso de la fuerza militar. Algunos de los principales asesores de Trump, incluido el secretario de Estado Marco Rubio, están presionando para que Maduro sea destituido como una forma de aumentar la presión sobre el régimen comunista de Cuba. Hace varios meses, Trump desplegó un portaaviones en aguas del Caribe cerca de Venezuela, posicionándolo para un posible ataque militar. El movimiento se produjo luego de unos 50 años de que el presidente Dwight Eisenhower hiciera lo mismo, para la potencial misión de rescate de Nixon, la cual resultó innecesaria. La gran pregunta ahora es si el resultado será tan tranquilo esta vez. Trump no se va a detener en sus planes de acabar con ese régimen asesino y de paso, hacerse con el control de sus vastos recursos petrolíferos, tal como hicieron en Irak ... Vamos, las cosas como son.
Lo que empezó como un ballet incomprendido en Rusia hoy es una de las tradiciones más queridas de la Navidad. En el Perú, “Cascanueces” late con la misma fuerza que en el resto del mundo. En efecto, hay sonidos que anuncian la llegada de diciembre incluso antes de mirar el calendario. Uno de ellos es la ‘suite’ de “Cascanueces”, esa melodía que parece hecha de cristal y nieve, capaz de transformar cualquier rincón de la ciudad en un escenario encantado. En Lima, desde las primeras semanas del mes, este clásico regresa a casa como refugio para la magia de la Navidad (al menos, por unas semanas). Remontándonos en el tiempo, la historia de “Cascanueces” dista mucho de ser tan luminosa como el telón que se abre cada fin de año en diversos teatros del mundo. La obra que hoy es un fenómeno global, un ritual familiar y un punto de encuentro intergeneracional, estuvo a punto de no existir. Ni siquiera contó, en su nacimiento, con el entusiasmo de su propio compositor. Lo que ahora se celebra con devoción en el Perú y en el mundo, nació de dudas, objeciones y un recibimiento frío incluso estando en el país más grande del mundo como es Rusia. Quizá ahí reside parte de su encanto: “Cascanueces” es un milagro artístico, una historia que, contra todo pronóstico, se convirtió en un símbolo universal que prevalece en el tiempo a punta de A finales del siglo XIX, el coreógrafo Marius Petipa decidió transformar el cuento “El cascanueces y el rey de los ratones” de E. T. A. Hoffmann en un ballet. La versión literaria era oscura y extraña. Para hacerla más amable, Petipa tomó como referencia una adaptación más ligera de Alexandre Dumas. Aun así, la idea no convenció del todo a Tchaikovsky. El compositor, aún marcado por la muerte de su hermana y abrumado por el reciente éxito de “La bella durmiente”, aceptó el encargo sin entusiasmo. Se dice que le parecía una historia frágil y demasiado infantil para convertirse en una obra monumental. Pero ese no fue el único obstáculo: Petipa enfermó y dejó el proyecto en manos de Lev Ivanov, su asistente, quien terminó de dar forma a la pieza que pasaría a la historia. Cuando “Cascanueces” se estrenó en San Petersburgo en 1892, la recepción fue tibia: las críticas consideraron que la trama era confusa. A los bailarines les resultó extraño que el protagonismo recayera más en los niños que en los solistas adultos, y se dice que incluso la prensa señaló que la partitura, hoy celebrada por su belleza, era excesiva para una historia tan simple. Nadie imaginó que ese mismo ballet terminaría dominando las temporadas navideñas del mundo. Fue recién en los años cincuenta del siglo pasado que llegaría la gloria. Las compañías estadounidenses la adaptaron y la llevaron de gira, de la mano del reconocido coreógrafo George Balanchine. El resto es historia: “Cascanueces” se convirtió en un ritual global que, cada diciembre, miles de familias incluyen en su calendario de fin de año. Como toda gran obra, “Cascanueces” está rodeada de pequeños secretos. Para la pieza “Danza del Hada de Azúcar”, por ejemplo, el compositor usó un instrumento poco conocido entonces, la celesta, cuyo sonido cristalino era perfecto para crear un ambiente sobrenatural. Tchaikovsky, temeroso de que otros compositores lo copiaran, lo mantuvo oculto hasta el estreno. Otro detalle importante es que la protagonista a veces no se llama Clara, sino Marie, dependiendo de la tradición nacional que se siga. Asimismo, el rol del Cascanueces (hoy uno de los más esperados) es originalmente más breve en la versión rusa, seguida por la versión estadounidense. En el Perú, “Cascanueces” llegó para quedarse hace más de tres décadas. Específicamente, con el Ballet Municipal de Lima ya son 38 años de puestas continuas: tiempo en el que la tradición se ha consolidado hasta volverse un ritual familiar. No es raro que padres que lo vieron de niños regresen ahora con sus propios hijos; o que abuelos acompañen a nietos que, quizá, viven su primera experiencia en el ballet. “En el Perú ya es una tradición navideña, así como en el resto del mundo”, recuerda Patricia Cano, fundadora del Ballet Municipal de Lima. “‘Cascanueces’ da la bienvenida a la Navidad. Hay familias que ya tienen como plan venir a verlo incluso el mismo día de la Navidad, en una pausa entre la prisa por los regalos, la cena y las preocupaciones de la vida misma”, añade la otrora primera bailarina. El vínculo del público peruano con este ballet tiene que ver con la nostalgia y con la fuerza del trabajo artístico local. Elencos como el Ballet Municipal, el Ballet Nacional del Perú y compañías independientes han logrado, año tras año, mantener viva la magia, incluso en escenarios cambiantes. Patricia Cano lo sabe mejor que nadie. Durante años interpretó a la Hada Confite —el rol más delicado y emblemático del ballet navideño— cada 25 de diciembre. “Siempre me tocaba interpretarla en la función de Navidad, lo que lo hacía aún más mágico. Ahora, como maestra, lo más lindo es poder volcar mi experiencia en las chicas de la compañía… Ponemos magia en cada interpretación, y eso es lo que nos hace conectar con más de una generación”, precisa. Para Viviana Gutiérrez Tagle, primera bailarina del Municipal e intérprete de la Hada Confite, esta Navidad es especial. Es su última temporada en “Cascanueces” después de años de dedicación. “Lo más lindo es ver el teatro lleno, que la gente se emocione tanto que reserve entradas desde que salen a la venta. Esa es nuestra vitamina”, confiesa. Desde noviembre, los ensayos son intensos y las funciones se extienden hasta fin de año. “Volver al escenario cada Navidad era mágico. Esta es mi última temporada, y la atesoraré en mi corazón por siempre”, reflexiona emocionada. En Surco, donde se presentó una de las versiones más esperadas (a fines de noviembre e inicios de diciembre), Rosie Schottland, directora del montaje, la describe como una experiencia que va más allá del espectáculo: “Más que una tradición, se ha convertido en un puente cultural que une generaciones y países. Conecta a niños, jóvenes y adultos en un universo imaginario lleno de esperanza”. Para ella, la clave está en la enseñanza. “Ese amor por lo que hago, unido a la paciencia y la dedicación, es lo que permite construir la armonía escénica. Solo así el espectador puede sentir que está presenciando un sueño hecho movimiento”, dice. Del lado del Ballet Nacional del Perú, los bailarines principales viven la temporada con la intensidad de una maratón artística. Ariam León, bailarín principal y Príncipe del Azúcar en la adaptación de Rosie Schottland, lo resume así: “‘Cascanueces’ es mucho más que un ballet; es un ritual cultural que une a generaciones enteras”. Para él, la obra representa ese instante del año en el que la fantasía se vuelve posible. “Es una obra muy exigente físicamente, pero también demanda frescura, magia y una interpretación honesta”, indica. En tanto, Luis García, intérprete del Cascanueces en la adaptación del Ballet Nacional del Perú, enfrento la temporada con un sentido profundo de responsabilidad. “La gente viene con recuerdos, expectativas y con la ilusión de vivir otra vez esa magia. Mi trabajo es lograr que en cada función se sienta viva, especial y auténtica”, preciso. Desde la dirección artística del Ballet Nacional, Grace Cobián observa no solo el impacto artístico, sino también el social de esta historia navideña. “Demuestra el crecimiento de la compañía y su conexión con el público”, afirma. “Miles de personas siguieron nuestras redes y agotaron las entradas. Eso confirma que el ballet no es elitista ni lejano: les pertenece a todos y crea memorias colectivas”, concluye. Al final, “Cascanueces” es un fenómeno difícil de explicar con lógica. Es disciplina, técnica y exigencia, sí; pero también emoción, memoria, símbolo. Es un ballet que nació frágil y se volvió gigante. Un ballet que no pretendía ser eterno y terminó abrazando al mundo. En el Perú, el sueño de Clara también se mantiene intacto con las melodías de Tchaikovsky, bailes inolvidables y la nieve que cae, aún en pleno verano.
El arrollador triunfo del conservador José Antonio Kast (58.2%) sobre la candidata comunista Jeanette Jara (41.8%) en la segunda vuelta electoral en Chile consolida sin lugar a dudas el viraje ideológico de Sudamérica y modifica la hegemonía política que, hasta antes de este triunfo, tenían los partidos del Foro de Sao Paulo en Sudamérica: Brasil, Venezuela, Colombia, Uruguay y Chile. Con el triunfo de Kast hoy la mayoría de las democracias sudamericanas han cambiado de orientación: Ecuador, Paraguay, Argentina, Bolivia y ahora Chile han salido del infame eje del ‘Socialismo del Siglo XXI’ y se han colocado a la derecha. Este viraje podría continuar el año que viene en Perú y Colombia si esos países consolidan alternativas serias liberales o conservadoras. Cabe precisar que este triunfo saco a Chile de la influencia del Foro de Sao Paulo, agrupación que como recordareis, reunió por primera vez a los partidos y movimientos políticos de izquierda en julio de 1990 en la ciudad de Sao Paulo. Este movimiento de reacción al derrocamiento de la dictadura comunista y el colapso de la URSS en 1991, logró por más de 3 décadas definir la agenda política en toda la región latinoamericana y consiguió, hasta hoy día, en base a su lucha contra el neo liberalismo y el consenso de Washington, varios de sus objetivos muy definidos: 1- Mantener a flote la criminal dictadura cubana luego de la desaparición de la URSS que la mantenía cual parasito que es (“labor” del que se hizo cargo Venezuela que le regalaba petróleo para sobrevivir, pero que ahora, tras su inminente colapso a manos de EE.UU., es Méjico quien se encarga de ello); 2- Engendrar movimientos socialistas en Venezuela, Bolivia, Ecuador, Honduras y Nicaragua, que han ejercido - y ejercen - el poder de manera autoritaria y represiva; 3- Atacar a regímenes democráticos en Colombia, Chile y Perú con acciones de desestabilización interna, apoyo a movimientos terroristas o infiltración paramilitar; 4- Lograr la llegada del Partido de los Trabajadores (PT) al poder en Brasil, y que se mantenga en ella pese a los graves escándalos de corrupción descubiertos en ese país como la protagonizada por Odebrecht y que involucra al propio Lula y que ya estuvo en la cárcel por ello; 5- Sostener el populismo peronista de la familia Kirchner y sus seguidores para pretender volver al poder del que fueron desalojados por Milei; 6- Financiar proyectos políticos de izquierda en varios países latinoamericanos como Perú, Colombia, Argentina, Chile, con recursos de la corrupción brasilera, la delincuencia venezolana y la ayuda paramilitar cubana; 7- Medrar en la región a través de la corrupción en las obras públicas a cargo del cartel de las constructoras brasileras, tan funcionales al PT de Lula da Silva; 8- Alentar el narcotráfico, la extorsión y la delincuencia transnacional a toda la región sudamericana como factor adicional de desestabilización social para lograr sus viles intereses. Es por ello que el viraje ideológico que se ha dado en los últimos tiempos en 5 naciones en Sudamérica, es un golpe muy fuerte a esta hegemonía política. Este viraje es una pérdida concreta de espacio de acción, de tolerancia social, de complicidad política frente al delito. La derrota del partido comunista chileno el pasado domingo de una manera aplastante, es un grito de rechazo a la inseguridad, el odio, el vandalismo y la extorsión social y delictiva que se instauró en Chile desde octubre de 2019 y que llegó al Palacio de la Moneda. Es un ¡basta ya! a los carteles de la droga, a la delincuencia importada y ‘justificada’ desde el oficialismo, así como a la extorsión colombiana que llegó de la mano. Eso sí, falta obviamente que caiga la pieza más importante para que este viraje político sea irreversible: Venezuela. Desde allí el régimen chavista ha financiado, impulsado y dirigido toda la desestabilización en Sudamérica. Desde los bloqueos en La Paz que hicieron caer al boliviano Gonzalo Sánchez de Lozada, llevando al narcopedófilo Evo Morales al poder, hasta las asonadas violentas en el sur peruano luego del fallido golpe de Estado del delincuente terrorista Pedro Castillo. Desde los incendios y saqueos en Santiago en el 2019 hasta los asesinatos políticos en Ecuador y Colombia. En tanto, desde Caracas, la metástasis cubana se siguió alimentando y multiplicando en la región con miles de cómplices, asalariados, alfiles y peones disfrazados de “luchadores sociales” y “progresistas”. Pero toda esta hegemonía comenzó a resquebrajarse. En Ecuador, Lenin Moreno no fue instrumental a su mandante Rafael Correa y abrió las puertas de la institucionalidad en ese país. Guillermo Lasso llego luego de esa apertura, sin embargo, la protesta social financiada por el correísmo todavía lo puso en jaque y fue así que llegó Daniel Noboa en el 2023, ahora con nuevo mandato. Ese mismo año ya había llegado Santiago Peña en Paraguay, siguiendo una zaga de victorias del partido Colorado luego de la nefasta aventura marxista que tuvo ese país con el sacerdote Lugo. Sin embargo, el verdadero golpe de timón lo marcó la llegada de Javier Milei en la Argentina, donde luego de 7 décadas de populismo peronista se comprobó que era posible confrontar las aberrantes consignas del Foro de Sao Paulo, con las ideas de la libertad, la propiedad, el respeto al proyecto de vida personal y la economía de mercado. La izquierda vio como sus consignas demagógicas, sus acciones políticas, sus triquiñuelas electorales y el dinero venezolano no eran suficientes para callar a un pueblo harto del clientelismo, de la retórica ‘revolucionaria’ vacía de políticos que cobraban las coimas en bolsas de basura, del cinismo kirchnerista de cientos de millones de propiedades en hoteles y lujo robados a una nación que otrora fue próspera. La fuerza disruptiva de ¡La Libertad Avanza o la Argentina retrocede! ha llegado no sólo a Buenos Aires, sino a toda la Región. Puso en evidencia que se puede ser más, mucho más que esas derechas cobardes, camufladas, que transigen, que se alinean al pensamiento caviar, que pactan y que le compran las sogas a su verdugos para que los ahorquen, como sucede con López Aliaga en el Perú. En cambio, Milei demostró que se puede levantar la bandera de la libertad, la propiedad, la iniciativa personal, el orden y la patria en lugar de las falsas consignas de la justicia social. En el 2023 Buenos Aires encendió la luz. No solo Buenos Aires para ser justos. Toda la Argentina, especialmente la de Córdoba, Mendoza, Santa Fe, encendieron la luz con la cual esa Nación alumbró a toda la Región a inicios del siglo XXI. Dejó de ser un punto más de la influencia paulista, un apéndice de los dictados del PT y un mendigo alimentado por maletas de dinero corrupto que llegaban desde Caracas para la familia Kirchner. Buenos Aires encendió la luz de la libertad. Como en los tiempos de Alberdi, Argentina se convirtió otra vez en un Faro para la región sudamericana, un Faro desde el cual no se dan consignas, ni se organizan bloqueos o se maquinan golpes de estado o asonadas violentas, sino un Faro desde el cual se irradian las ideas de la libertad, el respeto al ideal del prójimo, el respeto a la propiedad y el premio al esfuerzo de cada ciudadano. El triunfo de la derecha chilena unida detrás de José Antonio Kast ha sido posible en este contexto. La derecha chilena explotó sus espacios a mil. Se fue con Evelin Mathei y Johannes Kaiser a los extremos a los cuales nunca hubieran llegado ni Lavin, ni Longueira, ni el mismo Piñera. Obtener cerca del 60% de la votación es posible cuando se ve que la luz de la libertad ilumina, anima, moviliza, triunfa. Estamos viendo, por fin, el inicio del fin de la hegemonía del Foro de Sao Paulo y su reemplazo por la luz del Faro de Buenos Aires. Un Faro que no dirige ni trama. Es un Faro que ilumina. Tiene muchos riesgos y se puede apagar. Por ahora está encendido y tendrá para rato. Los chilenos hicieron ya su tarea. No dejaron entrar al enemigo por la rendija de la puerta. Ahora les toca a los peruanos y colombianos, consolidar este viraje el año que viene. Y a los pueblos de Venezuela, Cuba y Nicaragua, librarse de una vez por todas de sus opresores que a sangre y fuego se resisten a dejar el poder. Con la flota estadounidense en sus costas, el régimen chavista vive sus últimas horas, y tras su caída, seguirán aquellos países que viven a cuenta de su petróleo. Y esto según Donald Trump, es solo el comienzo, ya tiene en la mira a Colombia, del narcoterrorista Gustavo Petro, y a Méjico, de la p. judía Claudia Sheinbaum.... A por ellos.
A que los peruanos no lo sabían, pero por breve tiempo, círculo hace décadas en sus calles lo que podría llamarse la versión andina del Grinch (aquella criatura demoniaca que odia la Navidad), pero debido al rechazo generalizado que recibió aquel engendro creado durante la dictadura velasquista, tuvo corta vida. Como sabéis, la llegada de la época navideña al Perú suele asociarse, como en muchos lugares del mundo, con la famosa imagen de Santa Claus. Sin embargo, hubo un peculiar episodio a inicios de la década de 1970 cuando el gobierno militar de turno intentó reemplazar esa tradicional representación con un personaje de lo más repulsivo: Taita Noel. Esta controvertida decisión, que buscaba desplazar al arquetípico Santa Claus asociado - afirmaban sus áulicos - al “consumismo capitalista por una reinterpretación andina de corte nacionalista”, terminó siendo un rotundo fracaso. La fuerza del imaginario colectivo en torno a la tradicional figura navideña importada desde Estados Unidos y Europa prevaleció por sobre este vomitivo y efímero intento de “peruanización”. Así, el recuerdo de Taita Noel solo quedó como una breve e insignificante anécdota circunscrita a unos pocos años de la década del setenta, y que desapareció sin pena no gloria en medio de la ignominia junto con la caída de la dictadura velasquista en 1975 y la consiguiente erradicación de sus símbolos. Ante todo, cabe precisar que el nefasto personaje de Taita Noel fue creado en 1972 por el Ministerio de Educación, a “iniciativa” del propio Velasco. Como sabéis, ese régimen dictatorial (que se hizo con el poder con un golpe de Estado en 1968) se autoproclamaba “como una revolución nacionalista de corte socialista”, buscando por ello redefinir los símbolos tradicionales con nuevas representaciones más vinculadas a su ideología izquierdista de corte “indigenista”. Es en ese contexto que se decide eliminar para las festividades de ese año la imagen ‘extranjerizante’ de Santa Claus, reemplazándola por un individuo de rasgos indígenas denominado Taita Noel el cual vestido como los nativos, con chullo, poncho y ojotas, se transportaba en un trineo “jalado” no por renos, sino por llamas (a pesar que la sierra también existen venados - llamadas tarucas - aunque no sean tan corpulentos como sus parientes nórdicos), que se difundió profusamente como nuevo ícono “navideño” a través de anuncios publicitarios y en los medios de comunicación confiscados por la dictadura, el cual por cierto, no repartía juguetes a los niños, sino libros y revistas acorde a la ideología comunista del régimen, como los pequeños libros azules de la colección Biblioteca Peruana de la editorial Peisa, así como la revista Urpi, entre otras obras “revolucionarias”. Sin embargo, y como podéis imaginar, la medida causó repulsión entre una ciudadanía habituada al tradicional Santa Claus - además del rechazo que causaba la presencia de ese espantajo vestido como un pordiosero que asustaba a los niños - por lo que la iniciativa fracasó rápidamente. Tras unos pocos años de vigencia y la expulsión de Velasco del poder por obra del felón Morales Bermúdez, Taita Noel paso al olvido, recordado apenas como una anécdota circunstancial en medio del turbulento proceso político peruano de esa década. Hay quienes recuerdan que durante la navidad de 1972 podía verse brevemente a este controvertido personaje andino en algunos establecimientos comerciales de Lima como fueron las tradicionales tiendas Tía y Monterrey ubicadas en el céntrico Jirón de la Union - el principal lugar donde las familias realizaban sus compras navideñas en esa época - las cuales decidieron sumarse a la iniciativa oficial y utilizaron la representación del Taita Noel en sus vitrinas y anuncios publicitarios. Pero todo resulto en vano. Al llanto de los niños que causaba su presencia - quienes pensaban que se trataba del “cuco” que pretendía llevárselos en la bolsa que cargaba - se sumó la furia de los padres de los peques, que los agarraban a pedradas apenas veían a uno de ellos por las calles. Pero más allá de su paso efímero y lastimero, algunos sectores izquierdistas aliados de la dictadura sí vieron con buenos ojos el surgimiento de ese engendro “como un ícono más cercano a la realidad nacional” (?). Por ejemplo, la Confederación Campesina del Perú (CCP) respaldó la propuesta y llamó a sus agremiados a difundir esta representación “netamente peruana” como símbolo identitario. Asimismo, varios intelectuales y figuras públicas que se vendieron vergonzosamente al régimen recordarían con nostalgia años más tarde la accidentada experiencia de Taita Noel, valorando “los ideales” (?) que - dicen -representaba. Quizás su gran handicap fue surgir desde la imposición gubernamental y no por consenso de la sociedad civil. Pero el imaginario simbólico que encarnaba no sería olvidado totalmente, sino que quedaría latente en el inconsciente colectivo local, y por eso, en estos tiempos reaparece brevemente, aunque claro ya no como ese indigente reciclador de basura inicial, sino como algo más “digerible” que ve a Santa Claus ya no como su enemigo, sino como su “hermano”. De esta manera, a cinco décadas del fugaz intento dictatorial por querer instituir a Taita Noel, el imaginario simbólico que evocaba no se desvaneció totalmente. Hoy en día al personaje “navideño” de rasgos andinos, se le otorga un rol “más social”: el recojo de juguetes para niños de escasos recursos, que recorre el país, ya no en un “trineo” jalado por llamas ... sino en un mototaxi, encabezando campañas navideñas de donación de regalos que luego entrega en albergues y ollas comunes, que, ante la avalancha consumista actual, afirman que “trata de encarnar el mensaje que buscaba originalmente llevar”. Lo peligroso es que bajo esa mirada inocente que actualmente muestra, este engendro creado bajo Velasco, pervive hoy recreado en “una labor social” buscando en realidad destruir la Navidad y los valores cristianos de la misma manera que el Grinch, para imponer su agenda caviar (acorde a los nuevos tiempos), en zonas marginales del país... A no dejarse engañar.
Para nadie es un secreto que el régimen chavista está al borde del colapso, ya que esta semana, Estados Unidos decidió estrangular su último recurso de financiamiento: el petróleo ilegal, en medio de la presión ejercida contra la dictadura por la presencia de una flota estadounidense en las costas venezolanas desde hace semanas, lista para invadir el país en cualquier momento y derrocar a Nicolás Maduro. Ante todo, cabe precisar que hace exactamente cuatro años se reveló uno de los mecanismos que el régimen tenía para sostener su frágil economía en medio de las sanciones internacionales por la violación sistemática de derechos humanos. Ese engranaje ilegal era el que daba cuenta de una red de “buques fantasmas” utilizados para traficar el principal - y único - recurso del país: el petróleo. Las maniobras eran ejecutadas con la ayuda de países aliados como China, Irán y Rusia, quienes filtraban en sus puertos Very Large Crude Carrier (VLCC, la denominación a los barcos petroleros) bajo falsa bandera y nombre. Muchos de los buques que amarran durante horas en los puertos más importantes de Venezuela llevan otra denominación y otro número de IMO, la identificación de cada una de las naves que otorga la Organización Marítima Internacional, código que sirve para identificar a la embarcación durante su vida útil. Es fundamentalmente la teocracia iraní la que intercambia crudo negro -valga la ironía- con Miraflores. Y dentro de la estructura de aquel país asiático, es la Guardia Revolucionaria Islámica la encargada de mantener activas sus operaciones en el exterior con diferentes formas de financiamiento. En la profundidad de esa organización, es la unidad de élite conocida como Fuerza Quds la que comercializa de manera ilegal con Caracas el crudo extraído en Venezuela. Como sabéis, este miércoles, los Estados Unidos dieron un paso más en su estructurado plan para presionar la caída del régimen de Maduro. Por orden de la Fiscal General Pamela Bondi, una operación conjunta de la Guardia Costera, el FBI, la Homeland Security Investigations (HSI) y el Departamento de Defensa, se resolvió confiscar un buque petrolero frente a las costas venezolanas, que el régimen chavista califico de “un acto de piratería”. “Durante varios años, el buque petrolero ha sido sancionado por Estados Unidos debido a su participación en una red ilícita de transporte de crudo que apoya a organizaciones terroristas extranjeras. Esta incautación, realizada frente a la costa de Venezuela, se llevó a cabo de manera segura y protegida”, dijo Bondi en su cuenta de X. De acuerdo a la cadena Bloomberg, la embarcación capturada fue identificada como el VLCC Skipper, según fuentes en los Estados Unidos y Guyana. “El buque petrolero de gran tamaño, que tiene 20 años de antigüedad, fue sancionado por Estados Unidos en el 2022 bajo su antiguo nombre, Adisa, por apoyar las exportaciones de petróleo iraní”, dijo el portal de noticias. La incautación se produjo tras una orden de embargo para un VLCC usado para transportar petróleo ilegal proveniente de Venezuela hacia Irán, procedimiento enmarcado dentro de las medidas norteamericanas para bloquear redes internacionales de financiamiento a organizaciones terroristas. La Fuerza Quds, el Cartel de los Soles, el Tren de Aragua -entre otros grupos-, fueron designadas como entidades terroristas por Washington. Y el gobierno de Maduro fue identificado como el tutor de esas últimas organizaciones criminales (por el cual pusieron precio a su cabeza de $25.0000 millones). Este golpe al financiamiento de ambos regímenes se enmarcó en el despliegue de navíos que los Estados Unidos tienen en el Caribe y que hasta el momento se había dedicado a impactar y perseguir lanchas con toneladas de drogas, sobrevolar el espacio aéreo venezolano y demostrar un poderío imposible de detener. “Acabamos de incautar un petrolero en la costa de Venezuela, un petrolero enorme, muy grande; de hecho, el más grande jamás incautado”, declaró el presidente Donald Trump a las pocas horas del procedimiento. Y en cuanto al petróleo incautado, dijo “que se lo quedara”. Como era de esperar, la embajada del régimen teocrático de Irán en Caracas condenó la acción como una “grave violación de las leyes y normas internacionales”. Original interpretación del tráfico ilegal de crudo. Posicionar el poder naval sobre las rutas que atraviesan el Caribe significa mucho más que realizar patrullas antidroga clásicas con lanchas rápidas, helicópteros y recursos limitados. El descomunal despliegue de fuerza en aquel mar azul implica cerrar los caminos del petróleo, corredores marítimos por donde circula más del 90% de los embarques de petróleo de Venezuela. Por cierto, la incautación de este petrolero fue el segundo acto de alto impacto de las últimas horas. El pasado martes 9 de diciembre dos cazabombarderos F/A-18 Super Hornet sobrevolaron el Golfo de Venezuela. Las aeronaves fueron detectadas sobre el estado Zulia mientras se aproximaban al Lago de Maracaibo. Ninguna nave de Maduro salió a su encuentro: tampoco los vieron llegar. El tercero de esos actos fue la aparición pública de la controvertida María Corina Machado en Oslo, Noruega, para recibir -con algún retraso de agenda- el Premio Nobel de la Paz. La líder opositora venezolana atravesó una romería para cruzar el Atlántico. Pero no pudo hacerlo en soledad. ¿Quién le dio asistencia dentro del territorio venezolano? Maduro sabe que además de la guardia pretoriana cubana que lo rodea hay otra que está cada vez más cerca suyo. A propósito de esos agentes cubanos que “protegen” al dictador: ¿es una fuerza que lo cuida o que lo tiene secuestrado? Aunque también se dice que tienen orden de matarlo si se entrega, ya que podría revelar las conexiones de La Habana con el narcotráfico, lo cual siempre se ha sabido, pero en esta ocasión y para salvarse, Maduro presentaría pruebas tangibles de ello. Contrariamente a lo que algunos analistas creen, Estados Unidos tiene tiempo para continuar con su estrategia de desgaste frente a Venezuela. No saltará ninguna etapa ni acelerará sus tiempos. Son pasos muy elaborados que continuarán hasta la caída de la dictadura chavista. Sin embargo, algunos analistas advierten que Trump debe ser muy cauteloso con las medidas que adopte, ya que el derrumbe del régimen podría sumir al país en el caos y la violencia, donde unidades militares, facciones políticas rivales dentro del chavismo e incluso grupos terroristas se disputarían el control del país rico en petróleo. Ante esa posibilidad, añaden de que la turbulenta historia reciente de las intervenciones estadounidenses de cambio de régimen en lugares como Irak, Afganistán y Libia podría repetirse en una Venezuela post-Maduro. “Lo que realmente nos preocupa es que no parece que tengan ningún plan serio para lo que ocurra luego”, dijo Phil Gunson, analista del International Crisis Group. “La idea de que van a poder encajar fácilmente un nuevo gobierno y todo lo demás se acomodará sin más, creo que es pura fantasía”, añadió. “El derrocamiento de Maduro - ya sea mediante un golpe militar, un levantamiento popular o una acción militar estadounidense - haría añicos el frágil gobierno autoritario de Venezuela y produciría el caos durante un periodo sostenido de tiempo sin posibilidad de ponerle fin, escribió por su parte Douglas Farah - consultor de seguridad nacional especializado en Latinoamérica - en un informe desclasificado dirigido a funcionarios del Pentágono. Farah, quien solía ser periodista, dijo que Venezuela estaría mejor sin Maduro, pero advirtió que “no se puede producir un cambio sísmico inmediato” en el gobierno del país sin consecuencias nefastas. “No habría mando ni control sobre el ejército ni sobre la policía”, dijo. “Habría saqueos y caos, así como una matanza indiscriminada de chavistas por parte de aquellos sectores que buscan venganza y que se sentirán envalentonados con la caída de régimen y ‘el sálvese quien pueda’ de aquellos que los oprimieron durante décadas” asevero. “Cualquier despliegue militar estadounidense destinado a estabilizar el país además requeriría probablemente decenas de miles de soldados durante un tiempo indeterminado, que podrían ser años”, dijo. Asimismo, una oposición triunfante se enfrentaría a enormes dificultades para hacer valer su autoridad sobre legisladores, gobernadores, burócratas, funcionarios de seguridad y soldados elegidos o formados durante años por Maduro, sobre todo entre quienes temen a las represalias. “Se habla de ‘limpiar’ inmediatamente el Estado de los miles de funcionarios chavistas, pero ¿quiénes los reemplazaran a continuación? El odio contra estos últimos es latente, por lo que no habría ningún trato con ellos por parte de la nueva administración” apunto. “Muchos oficiales militares de alto rango podrían resistirse al cambio de régimen. Incluso si Maduro aceptara transferir el poder a un sucesor afín a Estados Unidos - como al presidente electo Edmundo Gonzales - algunas fuerzas de seguridad podrían rebelarse e incluso librar una guerra de guerrillas contra las nuevas autoridades”, señaló. A ello debemos agregar que otros grupos armados de la región podrían oponerse a una transición o aprovechar un vacío de poder. Miles de terroristas pertenecientes al Ejército de Liberación Nacional (ELN) de la vecina Colombia tienen su base en las selvas fronterizas. El grupo ha prometido defender al régimen de Maduro y luchar contra cualquier fuerza extranjera en la región; su arsenal incluye artefactos explosivos y algunos drones armados. El desorden y el conflicto podrían desencadenar asimismo un nuevo éxodo de venezolanos que inundaría a los países vecinos, que ya tienen dificultades para atender a millones de migrantes que han huido del gobierno de Maduro en los últimos años. “Mantener el orden en todo el país sería una tarea colosal, sobre todo sin la plena lealtad de unas fuerzas de seguridad fuertemente pro-Maduro, que serían disueltas de inmediato, por lo que las fuerzas estadounidenses tendrían que encargarse de ello, mientras adiestran a nuevas fuerzas de seguridad. Pero ello toma tiempo” expreso. Una misión militar estadounidense en Haití en 1994, que depuso a una junta militar y estabilizó el país, requirió de unos 25.000 efectivos. Venezuela es unas 33 veces mayor que Haití, o aproximadamente el doble de California. En la invasión estadounidense de Panamá en 1989, un país que tiene menos de una décima parte del tamaño de Venezuela, participaron unas 27.000 fuerzas estadounidenses. Aquella operación condujo a la rápida captura del dictador panameño Manuel Noriega, quien, al igual que Maduro, fue imputado por cargos de narcotráfico y considerado un gobernante ilegítimo por Washington. Meses antes, Noriega había anulado la aparente elección de un líder de la oposición, Guillermo Endara, como presidente. Cuando se le preguntó al secretario de Estado Marco Rubio si la captura de Noriega podría servir como una especie de modelo para la planificación actual del gobierno de Trump, este se desentendió, diciendo que en aquella época él estaba en la escuela. El objetivo de Estados Unidos en Venezuela, añadió, es “impedir que estas organizaciones terroristas inunden nuestro país de drogas. Y eso es lo que estamos llevando a cabo”. Lo que eso significa exactamente sigue sin estar claro. Hasta ahora, Maduro se ha negado a abandonar el poder y exiliarse, ya que se enfrenta a una investigación de la Corte Penal Internacional que podría condenarlo por genocidio a largos años de prisión. “La premisa del gobierno de Trump es que, si aumentas la presión lo suficiente, Maduro se asustará y decidirá marcharse”, dijo Gunson. “Pero no puedes hacerlo simplemente lanzando unas cuantas bombas o requisando buques petroleros y esperando que Maduro se rinda, por lo que la invasión militar es el siguiente paso. Lo que suceda inmediatamente luego de la caída del régimen, es una incógnita” puntualizo.
Una noticia procedente de Chiclayo - al norte del Perú - llama la atención ya que, aprovechando la celebración de la Navidad, la alcaldesa comunista de esa ciudad no se le ocurrió mejor ‘ideota’ de instalar “un árbol” ... hecho de papel higiénico y otros materiales reciclables, enrollados en un armazón de fierro en medio de la plaza principal de la ciudad, lo que no solo es una burla a las tradiciones cristianas - a tal punto que ha sido rechazado e incluso vandalizado por los propios chiclayanos - sino que el precio de ese espantajo supera nada menos que los S/20.000 lo que es todo un escándalo, dada las graves carencias que sufre la ciudad bajo su nefasta administración. En efecto, lo que debía ser un motivo de celebración se convirtió en una polémica que encendió las redes sociales. Un singular “árbol de Navidad” instalado en el Parque Principal de Chiclayo, en la región Lambayeque, desató la molestia de los vecinos, quienes criticaron duramente su presentación y adornos, calificándolo como una vergüenza y una burla para la población. También cuestionaron al gobierno local encabezado por la alcaldesa izquierdista Janet Cubas Carranza. La indignación llegó a tal punto que un tiktoker apagó y dañó el árbol mientras transmitía el acto en vivo. El rechazo generalizado a esta monstruosidad obligo a que el personal municipal retirara los elementos que vestían el armazón, dejando solo el esqueleto de fierro bajo custodia del serenazgo. Para “justificar” el hecho las autoridades habían argumentado que “faltaban detalles por terminar”, una explicación que no calmó el malestar de una comunidad que espera mayor esplendor en las fiestas. Su rápida desinstalación, lejos de solucionar el problema, confirma la improvisación y genera dudas sobre la planificación y el uso de recursos públicos para celebraciones. La polémica se intensifico al considerar la figura de la alcaldesa, Janet Cubas, quien proviene de las filas de Juntos por el Perú, partido vinculado a oscuras figuras como la terruca Verónika Mendoza. A pesar del rechazo popular a esa monstruosidad, la sujeta en cuestión se ratificó en que “el árbol está bonito y aún no se había culminado”, intentando minimizar el fallido evento de encendido de luces. No obstante, documentos municipales contradicen su versión, revelando invitaciones formales para la ceremonia realizada este 8 de diciembre. La controversia trasciende el mero adorno navideño, transformándose en un termómetro del descontento ciudadano hacia la corrupta gestión municipal de Cubas y el despilfarro de fondos públicos. Entretanto, la ciudad exige una pieza que realmente represente el espíritu navideño y que justifique la inversión de 20.000 soles, poniendo a la alcaldesa y a su partido político en el ojo de la tormenta mediática y social. La indignación colectiva exige una pronta sustitución del adorno que consideran una burla. Otros manifestaron que la ornamentación no solo decepciona, sino que refleja el estado general de la ciudad - abandonada a su suerte - mencionando las calles deterioradas y un espacio público cada vez más descuidado. Venga ya ¿qué se puede esperar de una comunista seguidora del delincuente golpista Pedro Castillo? Esperamos que la Contraloría - si es que no está pintada en la pared - investigue a fondo este acto de corrupción y sancione a los responsables del despilfarro de los recursos públicos.